lunes, 2 de mayo de 2011

Gracias por partirme el corazón, gracias

Era un día de primavera y estaba un poco nublado. Pero hacía frío y las pocas nubes negras que cubrían el cielo indicaban que en breves se pondría a llover a mares. Ella decidió  coger una taza de chocolate caliente,  sentarse en el sofá y pasear un rato por sus recuerdos. Se acordó de aquel día, bueno más bien de aquellos días, de lo feliz que fue durante esas horas. También se dio cuenta de lo inocente, soñadora e ilusa que era la niña de aquel entonces.
De repente decidió volver a su presente y ver como habían cambiado las cosas, su manera de pensar, su manera de actuar, su manera de querer y sentir. Y fue ahí cuando se dio cuenta de lo que había pasado. Él le hizo tanto daño que provocó que esa niña soñadora desapareciese por un tiempo. Provocó que esa niña creciese, madurase y se convirtiese en la mujer que es hoy, con un poco más de cabeza (pero por suerte no consiguió que esa niña desapareciese en su totalidad). Esa mujer de ahora es la que no se derrumba cuando lo ve, esa que sonríe constantemente y no se asusta ante la presencia de ningún problema por muy grande e imposible de solucionar que pueda parecer.
Y después de pensarlo, se dio cuenta que  por mucho daño que le hiciese él es una parte de su vida que jamás querrá borrar, y es más, siempre lo recordará con gran cariño y ternura. Porque por fin se dio cuenta de una cosa: Si él no hubiera llegado, ella no sería lo que es ahora.
Y esa chica que es ahora, le encanta.


Porque pensar en la tormenta una vez que se está en calma no es tan malo. Y haciendose daño es la única manera de aprender

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