sábado, 28 de mayo de 2011

Te fuiste y me dejaste aroma a melancolía. Diste el mayor portazo de mi vida y solo habías llegado a su entrada. Empezaste a hacer nudos en mi corazón pero no se te ocurrió hacer un bonito lazo para terminarlo. Dejaste  que miles de lágrimas con sabor a sal se escurrieran por mis mejillas  y no tuviste la delicadeza de hacerlas desaparecer con un te quiero sincero.  Me dejaste la miel en los labios y  te escapaste sin darme una cutre explicación. Quisimos ser los testigos del tiempo y terminamos siendo sus condenados. Te solté de la mano sin saber que quizás nunca te tuve agarrado. Me diste el beso de despedida que indicaba un segundo capítulo  y lo único que indicaba era el fin de lo que nunca empezó. Me diste unas caricias que me quemaron la piel y me agujerearon el corazón. Terminé siendo lo que nunca quise ser, una más en tu lista de caprichos y pañuelos mal usados. Lo peor es que podría darte todo con la simple condición de que me quisieras como me merezco. Pude ser esa chica que te sabría querer sin necesidad de huir, ni rompernos el corazón mil veces para darnos cuenta de lo que éramos el uno para el otro. Pero siento decirte que  lo que pudo ser ya no será.

No hay comentarios:

Publicar un comentario