miércoles, 4 de mayo de 2011

Pause.

El vestido negro de la mujer que va  a parar un taxi, la sonrisa que se le escapa a la chiquilla cuando habla con ese muchacho, los besos apasionados donde se mezclan todo los sentimientos de esa pareja de adolescentes enamorados que están sentados en el banco, la mujer mayor que va riéndose con el bastón a un lado y su marido a otro, el chico atractivo que cruza corriendo la calle porque llega tarde a una reunión, la chica que está esperando el bus que se le caen las lágrimas después de mil intentos fallidos de esconderlas… y mil cosas más que están sucediendo mientras tengo mi vida en PAUSE. 

Reconozco que este botón no está tan mal. Digamos que es muy tranquilo. Pero la calma no la llevo tan bien como pensaba. Me gusta pero donde esté la tormenta que se aparte toda la serenidad mundial. Lo mejor de PAUSE, es que no hay dolor, todo es tan lento que las posibilidades de error se reducen hasta la improbabilidad. Y eso no me gusta, me gusta errar porque es la única manera de aprender. Así que le daré al PLAY lo antes posible. Vamos, cuando me sienta con fuerzas y ganas para volver al mercado del dolor.

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